sábado, 13 de marzo de 2010

MUJERES ENFRENTADAS CON SU VERDAD


Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»

El le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»

Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.»

(Jn. 4, 15-18)

Puede que al leer este texto nos sorprendan las palabras de Jesús y hasta nos resulte un poco chocante la frialdad con la que Él habla con la mujer samaritana. Si, leemos el texto completo y ahondamos un poco en el contexto de este pasaje bíblico, resulta que Jesús está causando una vez más revolución en su época. La mujeres en el tiempo de Jesús eran propiedad del padre y luego del esposo, una mujer que caminaba sola sin compañía de su marido era vista como una indecente, ellas no podían cruzar palabras con ningún otro varón que no sea su “propietario” o cuando este se lo permitía, a esto le sumamos que entre los samaritanos y los judíos nunca hubieron buenas relaciones, ya que los judíos consideraban a éstos de paganos.

El diálogo que entabla Jesús con la mujer no está cargado de reproches, ni de acusaciones sin fundamento, al acercársele Jesús le pide que le dé de beber y con una petición Él empieza a ahondar en la persona de aquella mujer…que tal vez salió de su casa pensando en buscar un poco de agua y regresar a la misma vida de siempre, conviviendo con sus heridas, sus vergüenzas, sus verdades…

Las mujeres, gracias al progreso de la humanidad, ya no tienen porque ser propiedad de otro, ni estar supeditadas a ningún tipo de norma o regla que las esclavice a nadie, pero actualmente nos toca reflexionar cuál es nuestro rol como mujeres libres.

Muchas veces pensamos que somos libres de hacer lo que se nos venga en gana y por pensar así terminamos dañadas, con heridas profundas, que en ocasiones queremos desterrar de nuestra mente y corazón; y así, pensando que lo olvidamos caemos en un círculo vicioso de heridas y olvidos. Y, de repente me siento triste, sin ánimos, siento que no soy feliz y pregunto: ¿por qué?... A veces las más intuitivas reconocen el porque de ese sentimiento que viene de vez en cuando a tocar la puerta del corazón y que no queremos abrirle.

Jesús nos da un claro ejemplo de fortaleza y misericordia a la vez, Él encara a la mujer samaritana con su verdad, le está diciendo que al reconocer su verdad se hace más libre para vivir y amar. Seguramente, a cada una nos dice lo mismo, que seamos capaces de reconocer nuestra verdad por más dura que sea, que dejemos que Él toque esa verdad con amor y misericordia, que nos dé de esa agua viva, que sólo Él puede dar.

Jessica Díaz Castro

Novicia SMR
Publicado por soledad smr en 15:39

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